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Una colección de relatos que retratan la realidad grotesca y repulsiva con una prosa poética y simbolismo sugerente, mostrando la visión infantil de un mundo brutal a través de personajes inocentes confrontados con su entorno. La escritura se convierte en refugio para la niña protagonista, Ana María, en una obra llena de contrastes y situaciones dolorosas que desafían la lógica y la percepción adulta.
La niña Ana María lo miraba todo con extrañeza, no sabía si ella era la rara o lo eran los otros. Perseguida por preguntas para las que no encontraba respuesta e inquieta por su diferencia con el resto tuvo que buscar un escondite y refugiarse en él de por vida. El lugar que encontró es la escritura, naturalmente, y el tamiz que filtra y transforma todo nació en su etapa infantil e indica el proceso que la condujo hasta ella misma.
Puede que la combinación de opuestos sea el recurso fundamental de esta obra. Simplicidad de lenguaje y concepto reflejan el claroscuro de un mundo siniestro contemplado con los ojos de la infancia, los pensamientos más inocentes se ahogan en esa brutalidad ambiental. No son tontos los niños sino absurdo su entorno, pues cualquier lógica no contaminada, al estrellarse contra la evidencia, precisa de interpretaciones enrevesadas que la orienten.
No sé quién es más tonto, si el niño que cree poder ser amigo del demonio o los adultos que le inculcan esas ideas. Y ¿qué decir del que se para ante un escaparate repleto de dulces que nadie consume mientras él los contempla hambriento a través del cristal? ¿o ese hijo jorobado de un cómico de quien su padre se avergüenza y mantiene escondido? La faceta más onírica de la autora aparece también de vez en cuando. Hay un niño que es diferente a todos porque es una imagen de escayola; otro que se interna en el mar para rodearse de belleza por primera vez en su vida; o el mudo, ignorado entre tantos hermanos, que se puede confundir con un muñeco, o serlo incluso, pues en esas condiciones casi da lo mismo.
Hay algunos especialmente dolorosos, como el de la niña que no estaba en ninguna parte porque hacía mucho que había dejado de serlo. O ese hijo de cazador, cuyo destino terrible se manifiesta con un siniestro encanto: ‘El niño cazó todas las estrellas de la noche, las alondras blancas, las liebres azules, las palomas verdes, las hojas doradas y el viento puntiagudo. Cazó el miedo, el frío y la oscuridad. Cuando le bajaron en la aurora, la madre vio que al rocío de la madrugada vuelto rojo como vino, salpicaba las rodillas blancas del tonto niño cazador.'»
Esta obra, publicada en 1956, ha sido valorada como muy recomendable por su prosa poética en estado puro, repleta de simbolismo e imágenes sugerentes. A pesar de ser un conjunto de micro relatos, se considera más un poemario particular que una recopilación de cuentos, ya que no sigue una progresión de la trama sino que muestra escenas estáticas de una realidad repulsiva o grotesca con un lenguaje bellísimo. La historia de la niña Ana María, que se refugia en la escritura debido a su diferencia con el resto, muestra el proceso que la condujo a convertirse en ella misma. La obra refleja un mundo siniestro contemplado con los ojos de la infancia, donde los pensamientos inocentes se ahogan en la brutalidad ambiental, y donde la combinación de opuestos es un recurso fundamental.
La obra presenta situaciones que exponen la absurdez del entorno infantil, como el niño que cree poder ser amigo del demonio o el hijo jorobado de un cómico que su padre mantiene escondido. También se exploran aspectos oníricos, como un niño que es una imagen de escayola, otro que se interna en el mar para rodearse de belleza por primera vez en su vida, o un mudo ignorado entre tantos hermanos. Algunos relatos son especialmente dolorosos, como el de la niña que había dejado de existir en ninguna parte o el del hijo de un cazador cuyo destino terrible se manifiesta con un siniestro encanto. En resumen, esta obra es una exploración profunda de la infancia y su entorno, mostrando la absurdez y la brutalidad que rodea a los niños en un lenguaje poético y simbólico.
La protagonista, la niña Ana María, observa el mundo con extrañeza, cuestionando si es ella la rara o si lo son los demás. Este sentimiento de diferencia y la búsqueda de respuestas la llevan a refugiarse en la escritura, convirtiéndola en una hábil narradora que filtra y transforma su realidad. La obra nos confronta con situaciones impactantes y dolorosas, como el destino terrible de un niño cazador, que capturan la esencia del sufrimiento y la inocencia perdida. A través de estas historias, la autora nos invita a reflexionar sobre la naturaleza absurda del entorno y las ideas inculcadas por la sociedad, desafiando nuestra percepción de la inocencia infantil y la crueldad del mundo que les rodea. En resumen, esta obra atemporal es una exploración profunda de la condición humana, presentada de manera poética y desafiante.
En pocas palabras….
La obra en cuestión es una recopilación de relatos que se caracteriza por su prosa poética y su enfoque en escenas estáticas que muestran trozos de una realidad repulsiva o grotesca. A pesar de su formato de relatos, yo consideraría este libro más como un poemario muy particular, repleto de simbolismo e imágenes sugerentes. Un punto positivo por el que merece la pena leer este libro es la combinación de opuestos que refleja el claroscuro de un mundo siniestro contemplado con los ojos de la infancia. La simplicidad de lenguaje y concepto contrasta con la brutalidad ambiental, lo que ofrece una perspectiva única y desgarradora. La autora logra capturar la inocencia y la brutalidad de la infancia de una manera conmovedora y con una prosa bellísima.
El libro «Olvidado rey Gudú», escrito por Ana María Matute en 1956, es una obra que despierta confusión en cuanto a su formato y contenido. A pesar de estar catalogado como una colección de relatos, en realidad se trata de una prosa poética que muestra escenas estáticas de una realidad repulsiva o grotesca a través de un lenguaje bellísimo.
Sin embargo, el punto negativo que desaconseja la lectura de este libro es la falta de acción y progresión de la trama, lo que puede resultar desafiante para aquellos lectores que buscan una narrativa más dinámica y con un desarrollo definido. La ausencia de una trama clara puede desorientar al lector y dificultar la conexión con la obra.
A pesar de la calidad del lenguaje y las imágenes sugerentes, la falta de una narrativa estructurada puede hacer que la lectura de «Olvidado rey Gudú» resulte tediosa o confusa para aquellos que prefieren obras con una trama más definida.
15 Comentarios
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¡Qué aburrido! A mí me pareció una pérdida de tiempo total. ¿Quién está conmigo?
¡Vaya, lamento que no te haya gustado! A mí, personalmente, me pareció todo lo contrario. Disfruté cada minuto y me mantuvo enganchado. Pero bueno, para gustos los colores, ¿no? ¡Saludos!
No entiendo cómo pueden gustarles los libros de Ana María Matute, son aburridos y confusos.
¡Qué decepción! Pensé que Ana María Matute escribiría algo más interesante.
Vaya, cada quien tiene sus preferencias. A mí me encantó lo que Ana María Matute escribió. No todos los autores tienen que complacernos siempre, ¿no crees? Aunque si te gustaría recomendar algo más interesante, estoy abierto(a) a sugerencias.
No entiendo por qué tanto alboroto por un libro sobre niños tontos. ¿No hay temas más interesantes?
Es interesante cómo cada quien tiene sus propios gustos y preferencias. Aunque para algunos pueda parecer irrelevante, los libros sobre niños tontos podrían ofrecer una perspectiva diferente y un toque de humor. Al final del día, lo importante es disfrutar de la lectura, sin importar el tema.
No entendí nada del libro, ¿alguien me explica qué pasó al final?
Si no entendiste nada del libro, tal vez deberías leerlo de nuevo y prestar más atención. No esperes que los demás te expliquen todo. ¡Ponte las pilas y saca tus propias conclusiones!
No entiendo cómo pueden decir que los niños tontos de Matute son geniales. ¡Absurdo!
Vaya, parece que no compartimos la misma opinión. A veces lo absurdo es lo que nos hace reír y disfrutar. Cada quien tiene sus gustos, ¿no crees? No hay que menospreciar a los demás, especialmente a los niños.
¿Qué tal si discutimos sobre si los niños realmente son tontos o simplemente diferentes? 🤔
¡Qué pregunta tan interesante! Creo que etiquetar a los niños como tontos es injusto. Cada niño es único y tiene sus propias habilidades y formas de aprender. En lugar de juzgar, deberíamos celebrar su diversidad y ayudarles a desarrollar todo su potencial.
Me parece que los niños tontos son solo una excusa para vender libros aburridos. #Controversia
Vaya, parece que alguien no ha tenido la oportunidad de descubrir la magia de esos libros. No subestimes a los niños, a veces ellos nos enseñan más de lo que creemos. #OpinionesDiferentes